Reseña «Castigo divino el de matarnos los domingos» de María Part

cdv-portadaPoeta de agua, iodo y sal, María Part (Valencia, 1989) adora el teatro. Metida en ese mundillo desde que tiene uso de razón, sus barbies se amotinaron el día en que decidió que era una buena idea montar un Shakespeare encima de la mesa del comedor. Como era de esperar, se metió en Arte Dramático. Y mira que se planteó que de mayor quería ser inglesa, por lo mona que estaba con sus gafas de sol y su melena larga y lisa y sus piernas blancuzcas y sus camisas de cuadros tres tallas más grandes. Pero mira… Aunque suele robarle los relojes a su padre, es fácil que le preguntes y no sepa ni en qué día vive. Aprovechando ese universo paralelo, acostumbra a verter todas las estracanadas sin pies ni cabeza que se le pasan por la ídem en un blog llamado, cómo no, “La vida es puro teatro”.

Castigo divino el matarnos los domingos es su primer poemario.


 

Hacía mucho tiempo que no me costaba tanto hacer una reseña, y esto se debe a que tengo sentimientos enfrentados con Castigo divino el de matarnos los domingos.

Esta lectura ha sido una montaña rusa de emociones y opiniones que todavía me hace sentirme mareada cuando la recuerdo. No soy capaz de emitir una opinión rotunda de lo que me ha parecido, porque esa opinión ha sido cambiante a lo largo de todo el libro y se mantiene así a lo largo del recuerdo de la lectura.

En un primer momento, cuando abrí el libro y comencé a leer, me encantó lo que encontré escrito. Me aportó ese aire fresco que muchas veces necesitamos y que, solo alguien con la suficiente confianza, es capaz de decirlo por escrito para que perdure y puedas volver a él.

Lo que hizo que me encantaran los poemas que estaba leyendo era el humor tan agridulce que se utilizaba para su composición, la estructura de versos cortos y los poemas claros y preciosos. Me gusta el estilo directo que María Part utiliza a lo largo de todo el libro, llamando a las cosas por su nombre.

Sin embargo, esta situación no duró mucho. Conforme avanzaba la lectura, me dejó de aportar esa frescura por la que me enganchó al principio. Cada vez que pasaba una página encontraba un poema bastante esperado y predecible, por lo que me ha parecido un libro monotemático, del que te puedes esperar el siguiente poema.

Eso hizo que la lectura se me hiciera pesada y aburrida, por lo que, entre unas cosas y otras, dejé que pasara un tiempo hasta volver a seguir leyéndolo.

Una vez que pasó un tiempo y volví al libro, me volvió a envolver el sarcasmo de los poemas, el dolor convertido en tinta, el humor de aquellas palabras y el dicho de “me río por no llorar”. Todo lo que me había gustado al principio de los poemas estaba allí de nuevo, como si lo que hubiera leído, que me llevó a dejar la lectura un tiempo, no fuera de este libro.

«Con esta puta manía mía

de querer hacerle el desayuno

hasta cuando sé que duerme con otras,

mi herida de 1.85 va camino

de no cerrarse nunca.»

Pero igual que volvió lo bueno, volvió lo malo. Me cansé de nuevo de esperar lo mismo y predecir, y terminé el libro con esta sensación, salvo por algunos poemas.

Esta montaña rusa de idas y venidas creo que no se deben únicamente a un factor, sino a varios:

En primer lugar, no he conectado con los sentimientos del libro. Como siempre digo, el momento en el que lees ciertos libros es clave para la opinión que suscitan. En este caso, no me he identificado con lo escrito y, en libros monotemáticos, creo que es algo esencial para una lectura fluida.

Al partir sin esta base, la lectura de los poemas ha sido mucho más técnica y meditada, por lo que, en el momento en el que las ideas se repetían en mi cabeza una y otra vez, era imposible continuar disfrutando de la lectura.

Otro factor a tener en cuenta es la extensión. Posiblemente, que se me haya hecho largo sea producto, o por lo menos tenga algo que ver, con lo dicho anteriormente. Sin embargo, no estoy a favor de los libros de poesía que superan las 100 páginas, todavía más si es para hablar de un único tema o parecido.

«Berlín es la ciudad perfecta

para hacer canciones de amor

pero siempre olvido

que te cansaste de ser invierno.»

Todo esto ha hecho que el libro no me gustara, pero tampoco me desagradara.

Creo que el estilo de la autora tiene potencial, pero no está desarrollado por completo en este libro. El lenguaje o la estructura que utiliza es simple pero cuidado, lo que hace que sea un libro ameno de leer.

No obstante, he echado en falta que los poemas tuvieran más carga emocional una vez leídos que mientras los lees, es decir, que te quedes pensando en el poema y en todo lo que dice en vez de leer todo lo que pone y no dar cabida a nada más.

La conclusión que me queda es que el libro está bien, aunque estaría mejor con unas páginas menos. Para que te guste, tienes que conectar con los sentimientos de la autora y, si esa conexión no se produce, poco se puede hacer para leer el libro con la misma intensidad que al principio.

 

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